Una tarde, el panadero reunió todas sus existencias. Sacó del almacén sacos de harina y cogió agua, levadura y sal. Preparó la masa en una artesa en la que cabrían veinte personas. Se metió dentro, y la masa le llegaba hasta los hombros. El panadero amasaba con los pies y con las manos. Después esparció harina e hizo una montaña con la masa. Y la bola crecía y crecía.
El panadero llevó la leña en un carro. Construyó una valla alrededor de la bola y le prendió fuego. El calor era tal que los vecinos empezaron a sudar en la cama. Cuando llegó la mañana, el fuego se había apagado. El pan estaba hecho.
“Está bien”, se dijo el panadero a sí mismo y al pan. Ató cuerdas alrededor del pan y enganchó el caballo. Luego se subió a la silla de montar y salió del horno a caballo. Salió por la puerta de su casa arrastrando el pan.
Se detuvo en una plaza para llamar a todos los hambrientos. Dijo: "Os he hecho un pan. ¡Comed todo lo que queráis!" Los hambrientos comieron hasta saciarse, y los niños treparon por el pan.
El pan seguía siendo tan grande como al principio. Cuando el panadero lo vio, se subió al caballo y se fue con el pan al orfanato. Allí dijo: "¡Os he hecho un pan!" Los huérfanos comieron todo o que pudieron, pero casi no se notaba nada en el pan, aunque el tutor de los huérfanos también comió y cogió un trozo grande para los siguientes días.
El panadero siguió cabalgando y llegó a la cárcel. Allí invitó a los presos: "¡Comed todo lo que queráis!" Los presos y sus guardianes comieron. Arrancaban trozos enormes del pan y se los llevaban. Pero el pan casi no variaba.
Al caer la tarde, el panadero regresó a la plaza. Junto a sus amigos para que comieran tranquilamente del pan. Al rato, todos se sentían llenos; estaban alrededor del pan y hablaban entre sí. Entonces el panadero le dio de comer también a su caballo y puso unos trozos para que comieran los pájaros que se encontraban en las proximidades.
Cuando se hizo de noche, apareció en la plaza una mujer. "¡Panadero!" – dijo -, "Dame un trozo de tu pan. Tengo hambre". La mujer cautivó al panadero que la abrazó y la besó. Le dio un trozo de pan. Después ambos hicieron juntos un agujero en la miga y se metieron en el pan. Dentro hablaron, rieron, se quitaron la ropa, hicieron el amor y durmieron juntos. Cuando se hizo de día, los dos tenían tanta hambre que se comieron el resto del pan.
Jurg Schubiger,
Cuando el mundo era joven todavía
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